FUENTE: DIARIOVASCO.COM

 

El cierre del paso de Biriatou para camiones genera colas de 14 kilómetros en el carril derecho | La Diputación, el Ayuntamiento de Irun y los transportistas denuncian la medida del Gobierno galo sin comunicación previa, que se podría repetir hoy

Gaizka Lasa
GAIZKA LASA SAN SEBASTIÁN.
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Las protestas se desarrollaban al otro lado de la muga, pero sus consecuencias se dejaron sentir en esta parte del Bidasoa. No se podrá decir que la subida de carburantes en Francia no afecta a Gipuzkoa. Que se lo pregunten si no a los cientos de transportistas que quedaron ayer atrapados en el carril derecho de la autopista AP-8 dirección Baiona, cuando no apartados directamente a la cuneta. En el mejor de los casos, en casa, advertido por algún colega. El paso de Biriatou quedó cerrado para camiones desde la medianoche como medida del Gobierno galo. El Ejecutivo de Macron vio conveniente poner cerrojo al peaje fronterizo para los vehículos pesados y lo hizo. Cerró las puertas de casa para tratar de controlar mejor un problema interno, pero provocó, como daño colateral, graves perjuicios al tráfico pesado de tránsito por Gipuzkoa y, por ende, a los transportistas que pretendían cumplir con su trabajo diario.

Como consecuencia del portazo francés, la jornada amaneció con una larga hilera de camiones retenidos en el carril derecho en el tramo final de la autopista AP-8, entre Behobia e Irun. Sumaba cuatro kilómetros pasadas las ocho de la mañana. La acumulación fue rápida y progresiva a partir de esa hora en la que las mercancías tienen que llegar a su destino. El candado seguía puesto en Biriatou y los camiones llegaban a ocupar once kilómetros del carril derecho a mediodía y hasta trece minutos antes de las 15.00, cuando llegó la orden de París de reabrir el paso.

La esperada medida no supuso una solución automática a un problema que había crecido con ramificaciones varias en otras carreteras de Gipuzkoa y Navarra. La N-121-A que absorbe el tráfico de camiones que pasan de Navarra a Iparralde se fue colapsando ante el gran ‘Stop’ instalado en la frontera, tal y como reflejaba la imagen de bloqueo en el entorno del centro de transportes Zaisa.

Las zonas de aparcamiento para camiones de la N-121-A se llenaron y la Policía foral tuvo que prohibir el acceso a esta carretera desde Arre, redirigiendo a los vehículos pesados a la Ciudad del Transporte de Pamplona. Por su parte, el departamento vasco de Seguridad realizó un corte en la N-1, en Idiazabal, sentido Irun, para evitar incorporaciones masivas de camiones a la autopista AP-8.

Pues bien, una vez abierta la restricción en Biriatou, los vehículos detenidos en distintos puntos de la geografía guipuzcoana y navarra, incluso algunos que se incorporaban de la conexión con Burgos, y los que esperaban esta noticia en áreas de servicio, empezaron a confluir en la frontera. Pasadas las 16.00 horas, la retención, lejos de menguar, crecía hasta los catorce kilómetros, la máxima de la jornada. Pero lo de ayer puede que no sea un hecho aislado. No se descarta que la historia se repita en las próximas horas.

El embotellamiento de camiones en la red viaria de Gipuzkoa provocó el enésimo episodio de malestar de transportistas e instituciones guipuzcoanas con la Administración francesa. Sobre todo por la radicalidad de la medida del cierre y la falta de comunicación previa. Los más tajantes volvieron a ser La Diputación, como gestora de las carreteras del territorio, y el Ayuntamiento de Irun, como representante del municipio más afectado. Tanto el portavoz foral, Imanol Lasa, como el alcalde, José Antonio Santano, coincidieron -sin saber el uno lo que decía el otro, cada uno desde su sede- en el empleo del mismo término: somos los «paganos», aseguraron.

«Los coches, sin problemas»

Lasa acusó al Gobierno galo de no hacer «nada» para agilizar el tráfico en la frontera cuando hay problemas. Evidenció quién tiene la sartén por el mango en estos casos al explicar que la Diputación «poco puede hacer», salvo mantener abiertas todas las cabinas del peaje, algo que no ocurre en el lado francés. Su discurso denotó un hartazgo que viene de lejos. «Los guipuzcoanos somos los paganos de los problemas que está habiendo en Francia. Si no es por la huelga es por la seguridad y si no es por la seguridad será porque no gestionan correctamente las cabinas. Es un problema grave y así lo hemos comunicado en más de una ocasión al Gobierno francés, pero no están adoptando ninguna decisión», zanjó el portavoz foral.

En la misma línea, el alcalde de Irun manifestó «nuestra preocupación, pero también un cierto hartazgo, porque cada vez que pasan estas cosas los paganos por encima de todo somos los vecinos y vecinas del Bidasoa». Santano denunció que «no hay un sistema de comunicación por el que nosotros nos acabemos enterando de este tipo de decisiones, y no es plan que por parte de un Estado vecino se tome una medida así, de la noche a la mañana, como cerrar la frontera al paso de camiones y generarnos un problema de esta magnitud». Aseguró haber contactado con los máximos responsables de Tráfico de la Ertzaintza y con la delegación del Gobierno y haber pedido «que se hagan las gestiones al mayor nivel posible» para aliviar un problema «que complica nuestra vida y también la actividad económica».

A esto último, a la jornada de trabajo, se refirió el sindicato de transportistas Hiru. En una nota, lanzó cuestiones como si «¿Alguien se ha dado cuenta de que dentro de esos camiones que no dejan circular hay trabajadores? ¿De que hay personas? ¿Alguien ha pensado que no podemos trabajar si no nos dejan circular? ¿Hasta cuándo nos van a ningunear? Cierran la frontera y no nos avisan. Tampoco nos dicen cuándo la van a abrir». Los transportistas aseguraron «no entender muy bien por qué los coches pasan sin ningún problema y nosotros no podemos trabajar».